
18 Ago Conservar y educar, pilares para un futuro sostenible
Hay territorios que nos hablan sin necesidad de palabras. Punta de Lobos es uno de ellos. Su imponente acantilado elevándose sobre icónicas olas que cautivan a visitantes de todo el mundo, nos transmite una sensación de fuerza y permanencia que parecen eternas. Sin embargo, esa percepción es engañosamente frágil. Y es que este mismo paisaje que nos sobrecoge es un ecosistema bajo una presión inmensa, un recordatorio de que los tesoros naturales más grandes pueden ser también los más vulnerables.
Es la realidad de muchos espacios de la zona central de nuestro país, uno de los 36 hotspot de biodiversidad del mundo y donde el borde costero es, precisamente, uno de los territorios que más atención requiere. Un delicado equilibrio que nos invita a actuar desde dos miradas simultáneas: el trabajo inmediato de conservación de espacios cuya protección no puede esperar y la inversión de largo plazo para educar a los tomadores de decisiones del mañana.
Es esta la dualidad que nos hemos propuesto abordar en Fundación Ibáñez Atkinson donde, a través de nuestros programas Planeta Ahora y Naturaleza Educa, buscamos contribuir a conservar este parque y otros ecosistemas, así como sensibilizar y educar a las futuras generaciones sobre el cuidado del medio ambiente.
Desde 2022 hemos trabajado en alianza con Parque Punta de Lobos, diseñando e implementando infraestructura educativa que permita sensibilizar a sus más de 600 mil visitantes anuales. Igualmente, hemos realizado talleres para la red de eco-educadores de la comuna, entregando a los profesores herramientas para llevar la educación medioambiental a las distintas materias del currículum escolar.
Invertir en la conciencia ambiental de niños y jóvenes es una apuesta de largo plazo que, esperamos, puede tener un impacto sostenible y duradero. No se trata solo de enseñar buenas prácticas como el reciclaje o la reutilización, sino de cultivar una nueva forma de ver el mundo y de entender las conexiones profundas entre nuestras vidas y la salud del planeta.
Pero ninguna tarea, sea de conservación o educación, alcanza su máximo potencial si no nace de una mirada colaborativa que convoque a las comunidades. Son ellas las que conviven con estos ecosistemas y pueden convertirse en sus principales guardianes. El proyecto de interpretación ambiental en Punta de Lobos buscó reflejar esta idea, donde la nueva infraestructura fue fruto de un diálogo que convocó a artesanos, historiadores y vecinos de Pichilemu.
Sin dudas, cuidamos mejor aquello que conocemos y sentimos como propio. Por eso, tenemos la convicción de que educar, explorar, entregar herramientas, empoderar, es un camino poderoso para forjar una ciudadanía más consciente, en el que cada uno de nosotros es una pieza clave.
La invitación es, entonces, a desafiarnos todos a conectar con la naturaleza más allá de su belleza. A disfrutar de un bosque o un atardecer en el horizonte reconociendo su fragilidad y movilizándonos hacia un rol activo en su cuidado donde incluso el más mínimo aporte, cuenta. Trabajemos decididamente para proteger hoy y, así, garantizar el mañana. Para que nuestros hijos, nietos y futuras generaciones tengan la oportunidad de experimentar la misma sensación de inmensidad y fuerza que se vive en este parque. Ese doble compromiso es nuestra responsabilidad y nuestra más grande oportunidad.
Antonia Ibáñez Atkinson
Gerente de Medio Ambiente, Fundación Ibáñez Atkinson